El duelo: un proceso universal y necesario en la vida        

Duelo

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Desde el momento en que nacemos las personas empezamos a acumular experiencias. En este recorrido por múltiples experiencias la mayoría pasará en algún momento por una experiencia de pérdida. Atravesar una pérdida y pasar por un proceso de duelo es parte de nuestro recorrido por la vida y si eres adulto lo más probable es que ya hayas atravesado alguno, estés viviendo uno o que lo vayas hacer en el futuro, debido a que el duelo es un proceso vital y universal, aunque cada persona lo vive de forma subjetiva.

Cada vez que nos enfrentamos a una pérdida, ésta puede adquirir múltiples significados, que van desde la privación, el fracaso, la ausencia y la desaparición del contacto, hasta los significados más personales y difícilmente expresables asociados con pérdidas pasadas y presentes en nuestras propias vidas. Si bien existen diferencias entre las múltiples formas de pérdida y las maneras en que las personas las significan, podemos encontrar algunas semejanzas entre las mismas y entre las maneras en que las personas que las sufren o elaboran sus duelos. Ya sea que hablemos de seres queridos, de vínculos, de ideales, de momentos, de cosas materiales, de elecciones, de sueños o anhelos, si hubo disfrute, intensidad y amor habrá pérdida, dolor y duelo.

La pérdida es una experiencia multidimensional que nos afecta biológica, emocional y cognitivamente. Al enfrentarnos a una pérdida, experimentamos una diversidad de sentimientos y sensaciones físicas como vacío en el estómago, boca seca, opresión en la garganta, falta de aire, palpitaciones, alteraciones en el sueño, falta de energía o debilidad. También experimentamos durante este periodo emociones muy intensas, como tristeza, angustia, apatía, enfado, ira, culpa, impotencia, insensibilidad o hipersensibilidad. Y es que experimentamos la pérdida como un acontecimiento que perturba profundamente las creencias que tenemos sobre la vida y aquello que solemos dar por supuesto, dando un duro golpe a los fundamentos de nuestro mundo de presuposiciones y poniendo en tela de juicio nuestra forma de vida, a nosotros mismos y a nuestras relaciones. La pérdida es un golpe emocional que nos hace sentir doloridos, confusos, preocupados e inseguros o sin saber cómo avanzar en territorio desconocido.

Por lo tanto, transitar un duelo es un proceso esperable frente a las pérdidas y como todo proceso lleva tiempo, un tiempo en el que nos batimos a duelo con los pensamientos y emociones que se empeñan en hacernos sentir presente la pérdida y traen consigo el dolor. Cada día se puede convertir en una batalla por aceptar lo incontrolable ya que la pérdida viene a mostrar la omnipresencia de la vida humana, que es impredecible. En ocasiones, ciertos condicionamientos culturales, como “los hay que llorar”, “debes ser fuerte por el bien de tus hijos” o “todo lo que sucede es por algo” puede llevarnos a no manifestar nuestras propias emociones durante este proceso lo que suele ser contraproducente para el bienestar psicológico ya que ellas son las que necesitan expresarse mientras intentamos adaptarnos al cambio.

Si has sufrido una pérdida, quizás te reconozcas en algunos de estos períodos esperables del duelo: 

Periodo de evitación, en el que aún no nos permitimos procesar lo que ha pasado y nos decimos a nosotros mismos que ¡no puede ser! Pueden aparecer uno o más síntomas físicos, cognitivos y/o emocionales como las alteraciones del sueño, el llanto descontrolado o la tristeza invasiva.

Periodo de asimilación, en donde tratamos de ir absorbiendo gradualmente el impacto. Aparecen emociones y conductas que tienden a encerrarnos en nosotros mismos, pensar seguido en la pérdida, necesidad de hablar de ella o de aislarnos. Quizás mostremos ira, tristeza, insomnio, llanto, nerviosismo intenso y nos preguntamos ¿cómo voy a poder seguir adelante? Este es el momento de mayor importancia para adaptarnos a la pérdida y la intensidad tendría que ir disminuyendo conforme evoluciona el proceso de duelo.

Periodo de reacomodación, cuando la tensión y la angustia empiezan a mermar hacia una aceptación de la realidad. Vuelve a aparecer el autocontrol y se vuelve a mostrar interés por nuevas ideas y preocupaciones. Aunque la añoranza y la tristeza sigan presentes durante meses o años, no deberían ser sostenidas, si no eventuales. Recuperar la capacidad de concentración y de autocontrol ayuda a la disminución de síntomas físicos, cognitivos y emocionales

Como vemos, es esperable que las personas logren recuperarse de la pérdida manteniendo una trayectoria relativamente estable de salud y funcionalidad a lo largo del proceso de duelo. Esta situación se complica cuando algunas de estas respuestas y periodos esperables reflejan una mayor intensidad y/o duración, lo que interfiere de manera significativa en nuestro funcionamiento cotidiano a nivel personal y social a largo plazo y en ese caso es importante pedir ayuda.

Hagamos un resumen; frente a una pérdida y durante el proceso de duelo el mundo interno se pone patas para arriba, se siente un vacío y un dolor frente al cual podemos tomar la decisión de pedir ayuda y empezar terapia. El cruel vacío que deja una pérdida es totalmente subjetivo, no hay universalidades y por el contrario, cada dolor se experimenta de manera distinta y en tiempos distintos, así sea la misma pérdida para varias personas o haya pasado mucho tiempo desde que ocurrió. Permitirnos enfrentar un duelo acompañados es un acto de valentía y una oportunidad para crecer ya que el duelo es también un buen momento para reorganizar prioridades, principios, elecciones e interacciones que nos generan malestar. Nunca es tarde para pedir ayuda y sanar esa herida.

Un profesional de la psicología puede ayudarte a habitar y transitar el duelo con menos soledad, dando lugar a las emociones y pensamientos invasivos que afloran descontroladamente, en un espacio controlado y sostenido. El profesional no te aconseja, ni te dice qué hacer “en estos casos”, si no que está capacitado para evaluar el proceso y su funcionalidad, te escucha, respeta tus tiempos y elabora con vos herramientas personalizadas de afrontamiento hacia mayor bienestar psicológico. Te ayuda a identificar aquello que te acerca al estado en el que quieres estar, soltando lo que te genera malestar y visibilizando nuevos sentidos y propósitos saludables para ti.

Bibliografía Consultada:

Cathy Rentzenbrink (2017). El arte de curar un corazón. Ediciones en castellano Espasa Libros, S. L. U., 2018

Robert A. Neimeyer (1998). Aprender de la pérdida. Una guía para afrontar el duelo. Ediciones en castellano Editorial Planeta, S. A., 2007

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