Estar atravesando una depresión es mucho más que estar bajo de ánimo. Experimentar emociones como la tristeza en algunos momentos de la vida es esperable e incluso saludable. Comenzamos a hablar de depresión en el momento en el que el estado de tristeza no desaparece y nos invade provocando mucho malestar, dificultando el desarrollo de nuestra vida cotidiana.
Si tuviste en algún momento, o estás experimentando ahora un estado depresivo, tal vez sientas que es como “algo” que te invade y te roba toda tu energía vital, algo que destroza esperanzas y sueños, que arrasa con tu capacidad para sostener relaciones y actividades de cualquier tipo, y destruye toda motivación para cambiar.
Ese algo suele manifestarse como una nube negra que avanza progresivamente hasta llenar por completo toda tu existencia y tu vida diaria, creando una sensación de indefensión y desesperanza del tipo más profundo y del que no parecería haber escape.
La capacidad para sentir placer se reduce poco a poco afectando actividades físicas, intelectuales, sociales y profesionales. Agotada en este punto, la persona que está depresiva se enfrenta a una ineficacia progresiva que le hace llegar a tener pensamientos como: “no tengo nada más nada porque vivir”, “me siento agotada mentalmente, no consigo ni leer un mensaje”, “no tengo ni ganas ni ánimo para luchar”, “no puedo hacer nada y tampoco tengo fuerzas para intentar algo distinto”, etc.
Podemos decir entonces, y en base a lo descrito en el párrafo anterior, que es frecuente frente a un estado de depresión experimentar algunas de las siguiente manifestaciones: tristeza intensa, desamparo, culpa, irritabilidad, desesperanza, cansancio, llanto incontrolado, excesiva autocrítica, ineficacia progresiva, alteración del sueño, cambios en el apetito, dificultades para concentrarse, pérdida del interés por actividades que antes disfrutaba, desmotivación y pensamientos negativos para con uno mismo, el mundo y los demás. En casos leves la persona puede experimentar por lo menos dos de estos síntomas en periodos intermitentes; si la depresión es moderada estos síntomas se observan junto con una actitud de aislamiento y abandono personal afectando en gran medida la vida cotidiana; y en casos graves, la depresión puede llevar a las personas a tener ideas suicidas y desear la muerte.
Lo que desencadena una depresión puede ser diverso e incluso puede llegar a parecer, en algunos casos, que no haya un motivo aparente. Sin embargo, las personas que llegan en estado depresivo a terapia suelen estar inmersas en situaciones y relaciones conflictivas del entorno (familia, pareja, trabajo, etc.,); o ha habido un cambio fuerte en su vida cotidiana (duelo, pérdida de trabajo, mudanza, etc.); han sufrido una situación traumática; o han abusado en el consumo de sustancias. También puede agravar la situación los efectos secundarios del consumo de algunos medicamentos y los antecedentes de personas con depresión en la familia.
Cabe además aclarar, que todos podemos en algún momento de nuestras vidas sentirnos desanimados, plantearnos muchas preguntas sobre el sentido de la vida o preocuparnos más de lo habitual, sin por eso estar deprimidos. Podemos sentirnos cansados, incluso agotados, la vida puede resultar difícil, dolorosa, pero nuestra energía vital circula. Cuando las personas nos vemos sometidas a este tipo de dificultades sin estar inmersos en una depresión conservamos cierta energía para vivir, cierto placer en el existir.
Puedo en este momento de mi vida, estar atravesando por una depresión.
Hay una verdadera frontera que distingue el sufrimiento o la tristeza de la depresión. Nombrar permite ordenar y para nombrar la depresión tenemos que considerar que es una enfermedad, es una ruptura con nuestra salud mental que genera mucho malestar psicológico. Sin embargo, tener depresión no necesariamente se convierte en una marca identitaria, es decir, existe una enorme diferencia entre: considerarme una persona depresiva; y entender que puedo en este momento de mi vida, estar atravesando por una depresión. Es decir, no soy depresivo/a, no soy mi depresión, sino que tengo depresión, estoy atravesando un estado depresivo y con ayuda puedo salir de él.
En este caso, si estás atravesando una depresión, es importante contar con la ayuda de un profesional de la psicología. La consulta por depresión es uno de los motivos más frecuentes para iniciar terapia y existe una gran evidencia en tratamientos para abordarla. Quienes consultan cuando se encuentran en un estado depresivo, no consiguen proyectarse a futuro (ni a corto, medio o largo plazo), no se conceden ningún valor a sí mismos, el mundo para ellos es un lugar negativo por donde se lo mire y todo lo positivo es fruto de la casualidad o de la suerte. Estos pensamientos negativos sobre sí mismos, el mundo y los demás, obstaculizan las diferentes propuestas de ayuda. Por ese motivo, sólo mediante el acompañamiento de un profesional de la salud, la persona con depresión puede adquirir nuevas estrategias de afrontamiento, conocerse y proponerse metas y objetivos que lo ayuden a sentirse cada vez mejor y/o prevenir futuras recaídas.
Bibliografía Consultada:
Alain Gérard (2012). Depresión. La enfermedad del Siglo. Ediciones Mensajero, S.A.U. Sancho de Azpeitia 2, bajo; 48014 Bilbao.